jueves, 27 de marzo de 2014

Sensaciones teatrales.

Tic, tac, tic, tac. Faltan sólo unos pocos minutos. Noto como los nervios se van apoderando de mi. De repente me entran ganas de hacer todo tipo de locuras. Miro a mis compañeros, ellos me miran a mi. Perfecto, todo listo. Una voz de repente se alza entre la muchedumbre y todos callan. Aprovecho para dar un último repaso mental a mi texto, pero no lo consigo. La ilusión me lo impide, algo me empuja a saborear hasta el último segundo de este momento. La voz calla, llegó la hora. La luz se apaga y se oye un sonido, un sonido de el que nos alimentamos muchos aquí, un sonido que marca el principio y el fin de la vida de este pequeño personaje, un sonido que nos calma y nos excita, saca lo mejor y lo peor de nosotros, un sonido que esperamos impacientes, un sonido que suele llamarse "aplauso". 

Y antes de ver como el telón se abre ante mis ojos, un ligero pensamiento recorre mi mente antes del espectáculo, únicamente son dos simples palabras, pero me dan las fuerzas suficientes para continuar. Una luz ilumina mi cara al fin, ahora sí, ha empezado. Mis pies exploran el escenario cómo si fueran los de una bailarina, la voz sale de mi garganta cómo si fuera la de un poeta y mi cuerpo explica una historia cómo si de un libro se tratara. Todas mi facultades se funden en una sola, hecho que únicamente pasa cuando me encuentro en esta sala, para ofrecer al público una obra que no podrán olvidar. Eso si, cada personaje escoge entretenerlos a su manera, cada actor es un mundo, cada actor es su mundo. 

Una vez acabada la proeza, hecho una última ojeada al público antes de que mi torso y mi cabeza se muevan ligeramente hacia abajo. Sé que el gran Dioniso estará observándome orgulloso desde arriba en estos momentos. No puedo pedir más.

¡Feliz día mundial del Teatro! 



miércoles, 19 de marzo de 2014

Mensaje Internacional por el Día Mundial del Teatro 2014

Donde exista la sociedad humana, el irreprensible Espíritu de la Representación se manifiesta


Bajo los árboles en pequeños pueblos, y en los escenarios altamente tecnificados en metrópolis globales; en pasillos de escuelas y en campos y en templos; en barriadas, en plazas públicas, en centros comunitarios y en sótanos de ciudades del interior, la gente es atraída para compartir en el efímero mundo teatral que creamos para expresar nuestra complejidad humana, nuestra diversidad, nuestra vulnerabilidad, en carne viva, y aliento, y voz.
Nos reunimos para sollozar y para recordar; para reír y contemplar; para aprender y para afirmar y para imaginar. Para maravillarnos de la destreza técnica, y para encarnar a los dioses. Para capturar nuestro aliento colectivo en nuestra habilidad para la belleza y la compasión y la monstruosidad. Venimos a energizarnos, y a empoderarnos. Para celebrar la riqueza de nuestras diversas culturas, y para disolver las fronteras que nos dividen
Donde exista la sociedad humana, el irreprensible Espíritu de la Representación se manifiesta. Nacido en la comunidad, lleva las máscaras y las vestimentas de  nuestras diversas tradiciones. Utiliza nuestros lenguajes y ritmos y gestos, y aclara un espacio  entre nosotros.
Y nosotros, los artistas que trabajamos con este espíritu ancestral, nos sentimos obligados a canalizarlo a través de nuestros corazones, nuestras ideas y nuestros cuerpos para revelar nuestras realidades en toda su mundanidad y brillante misterio.
Pero en esta era en la que tantos millones luchan por sobrevivir, están sufriendo bajo regímenes opresores y de un capitalismo depredador, están huyendo de conflictos y adversidades; donde nuestra privacidad es invadida por servicios secretos y nuestras palabras son censuradas por gobiernos entrometidos; donde los bosques están siendo aniquilados, especies exterminadas y océanos envenenados: ¿qué nos sentimos obligados a revelar?
En este mundo de poderes desiguales, en el que diversos órdenes hegemónicos tratan de convencernos que una nación, una raza, un género, una preferencia sexual, una religión, una ideología, un marco cultural es superior a todos los otros, ¿es verdaderamente defendible insistir que las artes deben estar sin cadenas frente a las agendas sociales?
¿Estamos nosotros, los artistas de arenas y escenarios, conformes con las esterilizadas demandas del mercado, o aprovechar el poder que nosotros tenemos: el de limpiar el espacio en los corazones y las mentes de la sociedad,  para reunir a la gente alrededor de nosotros, para inspirar, encantar e informar, y crear un mundo de esperanza y generosa cooperación?

Brett Bailey